martes, 23 de agosto de 2016

Bitácora del último de los Mazeyra

Cuando honrar al padre y a la madre de uno significa servirles la verdad, aunque esté repleta de los peores venenos y puedan provocar su muerte, es cuando hemos comprendido que una vida sin verdad es una vida sin honor y que no merece ser vivida.

Cuando somos conscientes de que esa verdad venenosa somos nosotros mismos: nuestros recuerdos, nuestros amores, nuestros trabajos; entonces nos hacemos conscientes también de nuestra condición dizque humana, del peso y paso de nuestra alma (si eso existe) por estos inframundos que son la familia, la propiedad y el amor (reminiscencia tropical).

Este libro también pudo llamarse Bitácora del último de los Mazeyra, pues tras él no habrá más estirpe, el autor se encarga de romper su propio linaje y hereda al futuro una estructura donde prevalece la esperanza de que el infierno de hoy sea finito y sea el suyo, sólo el suyo.

Orlando Mazeyra no le desea mal a nadie, por eso quiere destruir la mentira, la hipocresía y la adicción; pero no las enormes y eternas, no las generales, no las del mundo, solo la suya, la familiar, la Mazeyra.
El autor escupe en la cara como las llamas y el gargajo resbala sin remordimiento alguno por el racismo, el fanatismo religioso, la homofobia y algunas otras tradiciones arequipeñas.
No es casualidad que la mayoría de comentaristas de esta obra narrativa seamos poetas.


Javier Rivera Martínez

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